La fiesta de verdiales, un baile que usaron los hombres como forma para cortejar a las mujeres para que los padres no lo percibieran y cuyos cantes suelen inspirarse en el amor, el desamor o los celos, cumple cincuenta años con la protección de ser Bien de Interés Cultural (BIC).
Así lo ha explicado el presidente de la Federación de Pandas de Verdiales, José Gómez, quien ha señalado que en este baile de raíces agrarias, el hombre y la mujer no se pueden tocar a excepción de un complemento que se denominaba "la rueda", donde hombres y mujeres bailaban formando un círculo cogidos de la mano.
Según Gómez, antiguamente cuando las madres vigilaban que los hombres no rondaran a sus hijas la única forma que tenían de acercarse a ellas era bailar "la rueda" y como no se podían hablar ni prácticamente mirar, le apretaba la mano y si la mujer le correspondía significaba que podía seguir insistiendo.
Aunque no se conoce exactamente el origen de los verdiales, estos alegres fandangos con connotaciones moriscas proceden de los cantes y bailes interpretados por los campesinos mientras trabajaban, ligados a los solsticios de verano e invierno y cuyo nombre viene de la denominación de la aceituna verde que se conserva aún en sazón.
En cuanto a la vestimenta, antes, el hombre se vestía con el traje de domingo, y en la actualidad, se pone zapatos, chaleco y pantalón negro, fajín rojo, camisa blanca y sombrero verdialero (hecho de palma, recubierto con tela de colores, flores, espejos, collares, medallas y lazos bordados por la novia o hermana).
La mujer lleva falda negra, blusa blanca, fajín rojo, alpargatas con cintas, flor en el pelo, pañuelo y palillos en las manos, antes también llevaban medias, enaguas y puchos.
El presidente de esta federación ha resaltado la evolución de los verdiales, cuya fiesta es considerada uno de los folclores vivos más antiguos de Europa, y ha relatado que también se usó en la antigüedad como forma para recaudar dinero y pagar así el mantenimiento de las ermitas de los pueblos
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