viernes, 2 de septiembre de 2011

el traje de flamenca reiventado

Tradición reinventada para la mujer en flor

S.C.O.

El traje de flamenca trasciende la categoría de traje regional. El atuendo con el que la mujer sevillana florece cada primavera, con el que florecen bailaoras y cantaoras sobre el escenario, está en constante evolución por imposiciones de una moda autogenerada y reinventada cada temporada.


La Macanita viste tradicional
(Foto Javier Hurtado)

Origen. El origen del traje de flamenca se encuentra en los vestidos de faena de la mujer andaluza decimonónica, los mismos que habrían de lucir las acompañantes de los tratantes de ganado que, con motivo de la Feria de Abril de Sevilla, se reunían en el Prado de San Sebastián desde 1847. Como el ocio hizo sucumbir al negocio y la feria perdió su apellido -de ganado- lo festivo de la reunión engalanó aquella primigenia bata, obteniendo incluso el plácet de las señoras de alta alcurnia en la Exposición Iberoamericana de 1929. La profesionalización del flamenco actuó, por las mismas fechas, de forma paralela en la consagración de la vestimenta tradicional andaluza como vestuario propio del escenario, enriqueciéndose en tejidos, ornamentos y complementos: encajes, tiras bordadas, flores, bisutería, mantones de Manila, abanicos... Una libertad creativa que actuó, junto a la naturaleza realzadora de la belleza femenina, como acicate en la evolución de un traje que en los años sesenta incluso llegó a hacerse minifalda.

Tradición en evolución. El traje de flamenca conjuga tradición e innovación, pues si bien conserva una estructura básica sustentada en un cuerpo entallado sobre el perfil de la cadera y una falda de volantes, sobre este armazón la creatividad fluye. A partir de los años noventa, tras una década de trajes barrocamente recargados de encajes y cintas de raso, el traje de flamenca, en un alarde de sencillez, se desvistió de adornos, almidón y caderas escondidas, sufriendo una metamorfosis de la que salió vaporoso, ligero y sensual. Telas sedosas, colores lisos y el sempiterno lunar comenzaron a envolver a una mujer que luce todo su contorno bajando talle y volantes, ya fuera desnudando los brazos o con ellos pudorosamente cubiertos. Ya superado el segundo milenio, se vuelve la mirada atrás y se rescata el popelín sin renunciar al talle bajo, se parte el traje en dos piezas, se agranda el lunar... Un continuo inventarse que implica de lleno a todos los complementos, es decir, a los avíos. Si un año se lleva la flor grande y baja junto al moño, al siguiente pequeña y alta; si un año el pendiente de aro, al siguiente de pera; si un año el mantoncillo con flores pintadas, al siguiente de tela estampada...


Eva la Yerbabuena vestida por Montesinos en 'La voz del silencio' (Foto Javier Hurtado).

Industria. Y esta permanente reinvención obliga a sus portadoras a no perder ojo de las claves de una moda que nace tanto en la máquina de coser de la modista aficionada, como sobre todo en las cadenas de las ya grandes firmas dedicadas a la fabricación de este peculiar atuendo. De hecho, el sector ya mueve más de ciento veinte millones de euros (veinte mil millones de pesetas) anualmente, según datos de la Asociación de Empresarios de la Moda Flamenca, cifra cuyo grueso se reparten una treintena de fabricantes concentrados principalmente en la provincia de Sevilla. Muestra de la pujanza de este segmento es el Salón Internacional de Moda Flamenca (Simof), organizado por la agencia de moda Doble Erre y Hotel Alcora, que en su octava edición -celebrada en febrero de 2002- congregó a más de una veintena de diseñadores que enseñaron sus creaciones en dieciocho pasarelas a diez mil visitantes.

Alta costura. Y es que el traje de flamenca se ha hecho hueco hasta en la alta costura como inspiración para modistos como Yves Saint Laurent o los sevillanos Vittorio & Lucchino, que han llegado a crear una exclusiva línea de trajes de flamenca. Este encandilamiento también se ha extendido a la variante escénica del traje de flamenca, pues si Francis Montesinos viste a Eva Yerbabuena, Armani viste a Joaquín Cortés. Pero esta entente no es por todos aprobada, especialmente en el caso de la mujer. La bata de cola almidonada de Matilde Coral frente a las gaseosas batas de Sara Baras. Purismo frente a renovación. El debate se cuela por todos los ámbitos susceptibles de evolución.

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